Me gustaría compartir un resumen de la introducción de un libro que leí hace muchos años y que marcó mi relación con el cuerpo y el ejercicio. Es “El Cuerpo tiene sus razones” de Thérése Bertherat creadora de la Antigimnasia.
“En este momento, en el lugar preciso en que usted se encuentra, hay una casa que lleva su nombre. Usted es su único propietario, pero hace mucho tiempo que ha perdido las llaves. Por eso permanece fuera y no conoce más que la fachada. No vive en ella. Esa casa, albergue de sus recuerdos más enterrados, más rechazados, es su cuerpo.
«Si las paredes oyesen…» En la casa que es su cuerpo, sí oyen. Esas paredes que lo han oído todo y no han olvidado nada son sus músculos. En el envaramiento, en las crispaciones, en la debilidad y en los dolores de los músculos de la espalda, del cuello, de las piernas, de los brazos, del diafragma, del corazón, y también en los de la cara y en los del sexo, se revela toda su historia individual, desde el nacimiento hasta el día de hoy”

Thérèse Bertherat
“Sin siquiera darse cuenta, desde sus primeros meses de vida usted reaccionó a las presiones familiares, sociales, morales. «Ponte así, o asá. No toques eso. No te toques. Pórtate bien. ¡Pero, vamos, muévete! Date prisa. ¿Adónde vas tan deprisa…?» Confundido, se plegaba a todo como podía. Para conformar, tuvo que deformarse. Su verdadero cuerpo, naturalmente armonioso, dinámico, alegre, fue sustituido por un cuerpo extraño al que acepta mal, que en el fondo de sí mismo rechaza. «Es la vida -dice-. ¡Qué le vamos a hacer!» Pues yo le digo que sí, que se puede hacer algo y que sólo usted puede hacerlo. Aún no es demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde para liberarse de la programación del pasado, para hacerse cargo del propio cuerpo, para descubrir posibilidades todavía insospechadas”.
Sin embargo, es posible encontrar las llaves de nuestro cuerpo, tomar posesión de él, habitarlo al fin, para hallar en él la vitalidad, la salud, la autonomía a que tenemos derecho.
Pero ¿cómo?
Nuestro cuerpo es nosotros mismos. Él es nuestra única realidad aprehensible. No se opone a la inteligencia, a los sentimientos, al alma. Los incluye y los alberga. Por ello, tomar conciencia del propio cuerpo significa abrirse el acceso a la totalidad del propio ser… porque el cuerpo y el espíritu, lo psíquico y lo físico, incluso la fuerza y la debilidad, representan, no la dualidad del ser, sino su unidad”
Thérése Bertherat autora del “Cuerpo tiene sus razones